Las copas exigían mucho más que alcohol, necesitaban un poco más de historias paradojales. La noche se hacía tarde ante esas palabras y frases sacadas como de películas de aquellos tiempos. Las miradas caían en Cristóbal como si lo estuvieran cuidando de algo que ni él sabía; mientras tanto, Roberto servía otra copa de vino, la medicina perfecta para una tarde ajetreada rescatando mucho más que almas de los calabozos inhóspitos de la vida.
Cristóbal había llegado de casualidad hacia el lugar en donde ya se juntaban por más de 6 meses, a las 9 en punto a tomarse la copita diaria, como dicen los viejos… Las palabras eran cómplices de los pensamientos ambiguos de Cristóbal, le costaba estructurar alguna oración, y más pronunciar alguna palabra al oído maltratado de Roberto; pero el tiempo aparte de haber fundido más que historias pasajeras, edificó una relación de amistad que los meses iban fortaleciendo con creces. Del porqué Roberto llegó a trabajar ahí nunca se supo, sin embargo los domingos Cristóbal lo veía por la ventana de la libertad, pleno con su familia – esa tiene que ser la razón por la cual resiste este calvario de la bohemia – pensó Cristóbal. Pero a medida que los minutos circulaban, Cristóbal hablaba cada vez menos, el vino se convertía en la sangre diaria en la cual los sentimientos, pensamientos y acciones ya se habían acostumbrado casi por adicción hace unos cuantos meses atrás; las miradas cómplices eran cada vez más acechadoras y Roberto no se resistió hacerle la pregunta, que ya por casi 6 meses lo tenía intrigado. ¿Cristóbal por que estás acá?, estrechamos nuestros vasos como lo vienen haciendo nuestras almas por siglos y no comprendo por qué te encuentras en el bar de la vida sin poder salir, sin poder recapacitar, sin poder despertar. En eso las miradas furtivas de Cristóbal ya no daban tregua, sus ojos reflejaban mucho más que la alegría cuando se encuentra con su alma gemela, los dedos ya no sostenían el cigarro de hace unos minutos, sus ojos se llenaron de lágrimas. Cuando Cristóbal iba a pronunciar las primeras palabras a esa gran pregunta universal, suena el timbre para desalojar la sala; la hora de visitas se había acabado y Roberto tenía que seguir con los demás pacientes en turno. Levantaron los correspondientes vasos con la medicina que le daba alegrías momentáneas a Cristóbal. Así comenzaba su siguiente travesía mientras que él preparaba su ropa para descansar el alma. Cada día iniciaba el ritual a las 9 en punto, Roberto con la botella de vino y Cristóbal con las 2 copas lavadas y sus labios cargados con historias de otros mundos.
Adriano F.
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